Lecciones atemporales sobre riqueza, codicia y felicidad
La psicología del dinero (2020) explora cómo se desarrollan realmente las decisiones financieras en la vida real. Lejos de ser puramente racionales, estas elecciones están profundamente influenciadas por factores como la historia personal, el orgullo y la envidia, lo que a menudo conduce a resultados sorprendentes.
Sobre el autor:
Morgan Housel es periodista financiero y socio en Collaborative Fund. Reside en Seattle y sus escritos han aparecido en The Wall Street Journal y Motley Fool. Es un autor galardonado reconocido por el New York Times y la Society of American Business Editors and Writers.
Comprende la psicología detrás de las decisiones financieras.
Cuando hablamos de finanzas personales, normalmente nos centramos en hechos y cifras: cómo se comportan los mercados, cuándo invertir y proyecciones matemáticas para la jubilación. Pero Morgan Housel señala que hay otra dimensión crítica: la psicología humana.
Comprender las decisiones financieras requiere examinar las emociones y experiencias de la vida real, como la envidia, la codicia y el optimismo, en lugar de simplemente los indicadores económicos. Esta guía explorará cómo estos elementos humanos dan forma a nuestra relación con el dinero.
A lo largo del camino, aprenderás:
- Cómo las experiencias personales moldean las decisiones de inversión;
- Por qué acumular éxitos puede implicar tolerar varios fracasos;
- Cómo la envidia puede empujar a los inversores a asumir riesgos innecesarios.
Cada persona experimenta la economía —y el dinero— de manera diferente.
La Gran Depresión es comúnmente recordada como una década de desesperación económica generalizada. Después de la caída del mercado de valores de 1929, las empresas fracasaron, los ahorros desaparecieron y las familias se empobrecieron de la noche a la mañana.
Sin embargo, no todos experimentaron la Depresión por igual. Cuando John F. Kennedy se postuló para presidente en 1960, reveló famosamente que su privilegiada educación protegió a su familia de las dificultades. Se enteró de las realidades que enfrentaba la mayoría de los estadounidenses solo leyéndolas en Harvard.
Esta disparidad revela una verdad importante: las experiencias personales tiñen significativamente nuestras opiniones sobre el dinero. Las personas de diferentes orígenes —ricos o pobres— aprenden lecciones muy distintas sobre finanzas. Incluso entre individuos igualmente adinerados, las experiencias económicas formativas varían considerablemente. Experimentar una alta inflación en la juventud, por ejemplo, influye en la tolerancia al riesgo a lo largo de la vida. Todos tenemos una perspectiva limitada. Por lo tanto, reconocer que cada uno de nosotros ve solo una fracción del mundo financiero es el primer paso para comprender la psicología del dinero.
Las experiencias personales moldean los comportamientos financieros.
Los economistas tradicionalmente modelan a las personas como tomadores de decisiones lógicos y racionales cuyas elecciones maximizan el interés propio. Sin embargo, la vida real rara vez encaja perfectamente en este ideal.
Por ejemplo, muchos hogares estadounidenses de bajos ingresos gastan alrededor de $400 anuales en billetes de lotería, los mismos hogares que a menudo carecen de $400 para emergencias inesperadas. Si bien financieramente cuestionable, este comportamiento no es del todo irracional. Para las personas sin el colchón financiero para acceder a los lujos de la vida, la lotería ofrece una tentadora posibilidad remota de mejorar sus vidas.
Los economistas Ulrike Malmendier y Stefan Nagel examinaron cómo las experiencias económicas de la adultez temprana influyen en el comportamiento de inversión a lo largo de la vida. A través de 50 años de datos de finanzas familiares, descubrieron que las personas que experimentaron alta inflación o un bajo rendimiento del mercado de valores en sus años formativos tendían a evitar esas mismas inversiones más tarde, incluso si las condiciones del mercado cambiaban drásticamente. Las experiencias tempranas, en lugar de las actualizaciones en la información del mercado, influyen así significativamente en las decisiones financieras de toda la vida.
Nuestros conceptos financieros son todavía relativamente jóvenes.
¿Por qué a menudo luchamos para administrar el dinero de manera efectiva? Una razón: los conceptos económicos modernos son innovaciones sorprendentemente recientes.
La moneda apareció alrededor del 600 a.C., cuando el rey Alyattes en la actual Turquía emitió las primeras monedas. Ideas más complejas —como la jubilación— son aún más nuevas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los estadounidenses trabajaban hasta la muerte; la jubilación solo se generalizó en la década de 1980. Vehículos de jubilación como el 401(k) surgieron en 1978 y el Roth IRA se introdujo en 1998. Las hipotecas, los préstamos y las tarjetas de crédito solo se volvieron populares después de la Segunda Guerra Mundial.
Comparadas con otros comportamientos humanos de larga data, las prácticas financieras siguen siendo históricamente inmaduras. Por lo tanto, nuestras limitaciones en la gestión del dinero reflejan nuestra inexperiencia relativa más que defectos innatos.
La suerte importa más en el éxito financiero de lo que pensamos.
El economista Robert Schiller identificó una vez la suerte como el único factor que más quería analizar con mayor precisión. Nuestra incomodidad al atribuir el éxito financiero únicamente a la suerte nos lleva a subestimar significativamente su papel.
Los estudios muestran que los hermanos comparten resultados financieros altamente correlacionados, más que atributos físicos como la altura o el peso. Atribuimos nuestro propio éxito al trabajo duro, mientras que los fracasos de otros parecen estar arraigados en la pereza o la falta de previsión. Los sesgos culturales hacia la celebración de los resultados, en lugar de reconocer la suerte, distorsionan aún más la realidad.
Siendo realistas, los resultados a menudo son producto del azar. Incluir la suerte en nuestras evaluaciones financieras proporciona perspectivas más claras y precisas sobre el éxito y el fracaso.
Céntrate en patrones amplios, no en ejemplos singulares.
Bill Gates señaló famosamente que el éxito puede ser un mal maestro. Las personas exitosas frecuentemente asumen que sus logros fueron puramente resultado de la habilidad, descuidando la suerte y el contexto.
En lugar de destacar historias de éxito aisladas —como la de John D. Rockefeller, cuya arriesgada desafianza de las reglas existentes resultó beneficiosa—, céntrate en cambio en patrones consistentes que se aplican de manera general. Por ejemplo, los estudios muestran repetidamente que las personas con control sobre su horario diario encuentran mayor satisfacción y productividad. Al priorizar las tendencias generales sobre los casos atípicos individuales, estás mejor posicionado para tomar decisiones financieras sólidas.
La envidia alimenta decisiones imprudentes.
El capitalismo genera riqueza pero también crea envidia. Incluso los millonarios se comparan con los multimillonarios y se sienten insatisfechos. La envidia empuja a la gente a asumir riesgos irracionales.
Rajat Gupta, ex CEO de McKinsey, se retiró adinerado, con una fortuna de $100 millones. Pero querer el estatus de multimillonario lo llevó a cometer tráfico de información privilegiada ilegal en Goldman Sachs, lo que resultó en prisión. La lección: las decisiones impulsadas por la envidia a menudo cuestan mucho más que las recompensas potenciales. Reconocer las prácticas arraigadas en la envidia y evitarlas conscientemente es clave para el bienestar financiero.
Aumentar la riqueza a menudo es más fácil que mantenerla.
El inversor de principios del siglo XX Jesse Livermore hizo una inmensa fortuna apostando contra los mercados antes de 1929. Demasiado confiado después, lo perdió todo, muriendo finalmente en la bancarrota.
Enriquecerse a menudo requiere asumir riesgos y optimismo, pero mantener la riqueza exige precaución, humildad y moderación. La investigación indica que el 40 por ciento de las empresas que cotizan en bolsa eventualmente pierden todo su valor. Los inversores exitosos a largo plazo son muy conscientes de la pérdida potencial. Como observó el inversor Michael Moritz, evitar pérdidas fomenta decisiones financieras más inteligentes y conservadoras.
No tienes que tener siempre razón para tener éxito.
Heinz Berggruen, un aclamado coleccionista de arte, construyó su fortuna adquiriendo un gran número de obras de arte. Muchas piezas resultaron no tener valor, pero unas pocas de artistas como Picasso y Matisse hicieron que su cartera fuera invaluable.
Este principio, conocido como la «cola larga», aparece en todas las inversiones: una pequeña fracción de las inversiones exitosas a menudo representa la mayoría de los rendimientos generales. Aceptar pequeños fracasos frecuentes como una parte esperada de la inversión permite el descubrimiento de éxitos clave que impulsan la prosperidad a largo plazo.
Conclusiones
Las decisiones financieras en la realidad no son tan puramente racionales como imaginan los economistas. Las elecciones, incluso las aparentemente irracionales, a menudo reflejan la experiencia personal, los contextos de elección y los factores emocionales.
Lecciones clave: sé consciente de la influencia de la suerte, protege cuidadosamente tus ganancias, evita los errores impulsados por la envidia y distribuye las inversiones en múltiples oportunidades.